Más allá de los
límites de la Tierra,
más allá del límite
Infinito,buscaba yo el Cielo y el Infierno.
Pero una voz severa me advirtió: "El Cielo y el Infierno están en ti."
Omar Khayyam
Belit, te escribo con
la premura de quien se siente perseguido por una furia destructiva que nos está
llevando al desastre. Nada ni nadie podrá en esta ocasión vencerla y siembra el
terror entre los hombres; terminará arrasando con nuestra identidad. Esperaba
tu llegada a Tombuctú, pero hasta ahora no sé nada de ti. No vengas,
Belit-Seri, no vengas. En estos momentos no hay nada seguro. Desde que los
tauregs se apoderaron de la ciudad, la situación se ha hecho absolutamente
trágica. Para los que se distancian de sus imposiciones sólo queda el castigo,
mutilación y pérdida de la vida. Familias con niños y personas de edad dejaron
sus casas y han huido al desierto; allí no se terminan sus penalidades pues
sufren la falta de cobijo, el hambre y el calor. Sollozan las madres con sus
sueños rotos. Nunca podrán olvidar lo que está sucediendo. La memoria queda
herida para siempre.
Te considero al tanto
de todas los sucesos que han asolado a este país. Yo sabía de tu interés por
visitar la biblioteca de la ciudad, de tu deseo de tener acceso a los manuscritos
que en ella se conservan. Ahora muchos de ellos están en peligro de
desaparecer. Algunos de los mausoleos y tumbas, mezquitas y edificios
religiosos han sido destruidos por la barbarie de quienes incluso no conocen
las letras y no ven la importancia de este legado cultural. La iconoclasia se
ha asentado en el corazón de estos rebeldes. Temo que todo esto haga crecer
nuevas leyendas, aunque esta vez sí estarán basadas en la verdad. Los
habitantes de Tombuctú están orgullosos de su herencia, y si estas fechorías
vandálicas siguen, perderán su identidad. Nada tiene sentido y todo duele en la
sangre de los que se fueron.
¡Cómo suceden estas
cosas, Belit, qué oscuro poder impulsa a los hombres a la muerte y a la
destrucción! Estos guerreros se amparan en una ley poco compasiva que considera
los templos y lugares religiosos como centro de idolatría, y siguen su obra
destructora, derriban fachadas, destruyen imágenes y rompen puertas que
nunca se abrían, todo en nombre de Alá; cuestión de interpretación. Belit-Seri,
tú has sido también guerrero, has formado parte del ejército del faraón; has
conocido armas poderosas y dioses de belleza cruel. Sin embargo, ninguna ley te
ha llevado al camino equivocado, ningún manantial alimentó leyes que no
distinguieran el bien del mal; la fuente no es culpable del mal uso del agua.
Mientras esto ocurre, Tombuctú sufre. Quizás nunca más pueda recuperar aquel
lugar de esplendor que tuvo en la historia y temo que la destrucción a la que
está sometida la haga desaparecer completamente.