foto: Taringa
Uxa y el escriba Belit-Seri conocían desde siempre el poder del lenguaje y su magia. Sus sacrificios verbales durante la travesía de sus vidas les habian descubierto la belleza y seducción de las palabras. En sus relatos habían puesto nombre a la Gran voz de todas las cosas. Sin embargo, aunque tenían el conocimiento de que el silencio íntimo es la fuente del saber, también experimentaban temor ante la hostilidad y la ira de los dioses y preferían callar. Aquel atardecer, a orillas de las aguas mansas del Nilo, Uxa y Belit-Seri evocaron sus letras escritas ritualmente sobre los delicados papiros que las caravanas les hacían llegar. Una literatura que les acompañó por campos y ciudades, en tiempos de guerra y bonanza. Para Uxa el recuerdo del camino recorrido, su busca infinita del Cazador de Sueños y la atracción que sentía por el nombre del Escriba, convirtieron su vida en un peregrinaje hacia lo que presentía ser el Jardín del Edén. Ella, que conocía el ritual egipcio de la lengua y el valor de las profecías, sintió desaparecer todas sus incertidumbres al ver aparecer en los ojos de escriba Belit una lucidez dolorosa: sólo encontrarán la belleza de todas las cosas en la paz final, cuando lleguen al Tribunal de Osiris. Allí les será revelado el testimonio verdadero de sus vidas.
Uxa y el escriba Belit-Seri conocían desde siempre el poder del lenguaje y su magia. Sus sacrificios verbales durante la travesía de sus vidas les habian descubierto la belleza y seducción de las palabras. En sus relatos habían puesto nombre a la Gran voz de todas las cosas. Sin embargo, aunque tenían el conocimiento de que el silencio íntimo es la fuente del saber, también experimentaban temor ante la hostilidad y la ira de los dioses y preferían callar. Aquel atardecer, a orillas de las aguas mansas del Nilo, Uxa y Belit-Seri evocaron sus letras escritas ritualmente sobre los delicados papiros que las caravanas les hacían llegar. Una literatura que les acompañó por campos y ciudades, en tiempos de guerra y bonanza. Para Uxa el recuerdo del camino recorrido, su busca infinita del Cazador de Sueños y la atracción que sentía por el nombre del Escriba, convirtieron su vida en un peregrinaje hacia lo que presentía ser el Jardín del Edén. Ella, que conocía el ritual egipcio de la lengua y el valor de las profecías, sintió desaparecer todas sus incertidumbres al ver aparecer en los ojos de escriba Belit una lucidez dolorosa: sólo encontrarán la belleza de todas las cosas en la paz final, cuando lleguen al Tribunal de Osiris. Allí les será revelado el testimonio verdadero de sus vidas.