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jueves, 5 de noviembre de 2009

Tiempo de peregrinaciones




"Si el paraíso eterno está en la tierra, se encuentra en Damasco y en ningún otro lugar"
Ibn Battuta

¡Felíz tú, Belit-Seri, que duermes los sueños en la cuna de Sherezade! Damasco te ha hecho receptor de la imagen y la palabra, sensible a las leyendas, a la luz, a los sonidos, y al aroma de miel y especias que tiene el aire en ese trozo de paraíso. Tienes suerte de ser el elegido de Muhammad Ibn Battuta, que conozco por las crónicas de sus aventuras y encuentros, para acompañarle a visitar esa ciudad, punto de descanso de tantas caravanas. Te gustarán las calles llenas de vida, la Vía Recta, las casas y los patios, los zocos y las numerosas mezquitas Es un privilegio que te concede, ya que viaja desde hace mucho tiempo siempre solo, sin amigos ni guía. Me llegaron noticias de su estancia en nuestras tierras doradas en Egipto, y de que quedó deslumbrado por los grandes templos y la religiosidad del pueblo. Alabó la comida egipcia, el pescado, la leche de búfalo y la fruta, en especial los higos y los dátiles.

Sí, Damasco es una ciudad hermosa, lugar santo, y temo que su vista te haga olvidar tus raíces. Pero tu destino –como también lo es el mío- es viajar, que es la forma más eficaz de alcanzar el conocimiento. Para ello es necesario desprenderse de todo lo material, buscar los caminos, las aldeas, los alfabetos y los nombres, y actuar según las leyes de los lugares que nos dan hospitalidad. Así es nuestro peregrinar, siempre a través de rutas, arquitectura y religiones. Un viaje que es también un recorrido hacia el interior de las conciencias y sentires, y transciende límites de espacio y tiempo. El peregrino es respetado en su empeño en descubrir los símbolos y buscar la Verdad, y seguiendo lo dictado por el Profeta se le acoge en los albergues durante tres días y tres noches para un buen merecido descanso.

Bien puedes decir que no hay demasiado peligro para quien hace el camino si lo hace con prudencia. Por esto debes aconsejar a Ibn Battuta que retrase su viaje previsto a Al-Andalus. En esta región la peste llegada desde la Itálica está produciendo muchas muertes. La gente muere incluso por las calles, jóvenes y mayores, ricos y pobres sin distinción. Incluso el rey de los cristianos, Alfonso XI, ha muerto por esta enfermedad durante su asedio a la Montaña. Todos están aterrorizados; hay quienes piensan que es un castigo de Dios. De momento harás bien en quedarte en Damasco.

Me encuentro en la ciudad de Oviedo, al comienzo del camino santo del Apostol Santiago, pero también aquí la peste, las inquietudes religiosas y el empobrecimiento de las ciudades y monasterios han hecho disminuir el número de peregrinos, que ahora se tienen que enfrentar a nuevos riesgos que ponen en peligro sus vidas. No sé qué hacer. Mis sueños están pasando a ser parte del silencio que envuelve esta ruta y la lluvia empieza a borrar los nombres que dejaron otros atrás. Todo va entrando en un hálito de olvido. Sin embargo, el convencimiento que en algún lugar de estos bosques está el tuyo, tu nombre, me reconforta. Eso, y tu súplica de que espere y confíe, tu promesa de que conoceré la verdad que oculta Sirio, el acento de futuro que tienen tus palabras, hacen que vuelva a recobrar las imágenes de lo que presiento será muy pronto una realidad.

Uxa



Montaña: El Peñón de Gibraltar

Fuentes consultadas:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibn_battuta.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Ibn_Battuta

Damasco


Foto: Wikipedia

"No se entiende por peregrino sino quien va hacia la casa de Santiago y vuelve"
Dante Alighieri


En tu caminar por la ruta de las estrellas intuyo que tal vez has pernoctado en el Monasterio de Cañas. Y habrás contemplado las herraduras del caballo de Santiago, que recogiera Diego López II, de Haro, en la batalla de las Navas de Tolosa, y que entregó, a su hija Urraca, cuarta abadesa del Monasterio. Seguramente llevaría las mismas herraduras que calzaba en la batalla de Clavijo. Tras cabalgar 368 años estarán muy gastadas, y por eso se le debieron de caer.

Empiezas a dominar un lenguaje nuevo, me dices, a pesar del silencio, de la lluvia y de no conocer mi nombre. Pues, te digo como Santiago le dijo al aquejado de una dolencia, cuando era conducido al martirio, y le solicitó ser curado: "Ven tú hacia mí y dame tu mano", y sanó. Así, espérame y confía, el día de la Caída del Velo de Isis conocerás mi nombre, todavía oculto en el misterio de Sirio. Mi distintivo se encuentra guardado en un bosque umbrío, mi cifra tiembla bajo una lluvia ópalo esperando que un otoño brille la gnosis de su fuerza. Lecho de dunas de esperanza son tus ansias perdidas en un lago inmóvil de luz.

Tú sigues al sol hacia el oeste, yo camino hacia el este. Ha tiempo que salí de Alejandría. Conocí a Muhammad ibn Battuta, famoso árabe viajero, me invitó a unirme en su "rihla". Emprendimos la ruta Nilo arriba, o sea hacia el sur, con intención de llegar a Luxor y acercarnos hasta Aydab.

Regresamos a El Cairo y, tras descansar unos días, emprendimos otro viaje por etapas, con el fin de recorrer Siria. Desde Alepo te mandé la carta escrita en un nuevo material traído de la China, como habrás podido notar. Ahora estamos en Damasco. Cuenta de esta ciudad el poeta Nür ad-Din: "Damasco es un paraíso en que el forastero olvida su patria. ¿Acaso ves sino enamorados y amantes, donde zurea la paloma sobre el vaivén de la rama y alborea el azahar de los huertos pavoneándose entre aromas y deleites?" Y tiene razón, es hermosa.

Si encuentro la llave del tiempo te lo haré saber. Ahora, mientras Ibn Battuta entra en la hermosa mezquita para rezar sus oraciones, yo voy a visitar al hijo de un escriba de los coptos egipcios. Su padre estudió conmigo en El Cairo pero que se traslado a Damasco tras islamizarse. El es Fajr ad-Din, sustituto de juez en la escuela az-Zahiriyya.

Recobra los sueños, ellos son otra realidad.

¡Salám sadiq! , que diría mi compañero de viaje.

Belit-Seri