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lunes, 26 de abril de 2010

El último viaje de Teuris



("Difuntos ante el juez. Viaje por el reino egipcio de los muertos", en el museo Allard Pierson, en Amsterdam)

"Oh Osiris, tu te has ido, pero volverás, te has dormido, pero despertarás, has muerto, pero vivirás”, fragmento de los Textos de las Pirámides.

Mi nombre es Teuris, y pertenezco a una familia distinguida que desde generaciones vive en Hermopolis Magna. Esta es una ciudad importante y de gran influencia religiosa y política, consagrada a Hermes, a quien mis antepasados conocieron con el nombre de Thot. Los dioses han sido siempre generosos conmigo; he sido esposa y madre, incluso se me ha permitido disfrutar de una destacada posición en la sociedad. He tenido un hogar y bellos objetos. Aquí estaba mi casa y aquí he vivido hasta que comencé este viaje, de cualquier forma inesperado, hacia una meta en la que nunca estuve antes.

Nada estaba previsto; ayer era el presente, y ahora estoy al otro lado del tiempo. Apenas tuve margen para pedir ayuda al Conductor de las Almas en este cambio de estado hacia el Más Allá. Para los que no me conocen puedo decirles que el artista que talló mi imagen en el féretro donde descanso, ha sido fiel a la verdad. Yo era aún jóven, pero en la inmovilidad a la que que estoy sujeta durante todos los siglos, ha perdido mi rostro lo expresivo del color. Mis cabellos recogidos en la parte superior tienen el elegante estilo romano que se llevaba entonces; calzo sandalias abiertas y me adorno con algunas joyas que fueron de mi familia. En mis manos sujeto una corona de flores, como símbolo de lo noble en mi vida. Mi herencia es el futuro.

En el principio todo era oscuridad y desconcierto. Manos expertas trataron mi cuerpo con cera de abeja y aceites aromáticos y me envolvieron en largas tiras de lino, pero reservaron mi corazón, centro de vida. En su lugar dejaron un escarabeo de piedra verde y diversos amuletos que me protegerán hasta que el espíritu regrese a mí. Hubo ofrendas y oraciones en una ceremonia funeraria que celebraron los sacerdotes de Anabis para devolverme las funciones de respirar, comer, oír, ver y hablar. El libro oculto de la mirada me acompaña también. Contiene casi doscientos proverbios que me garantizan la resurrección y me dan a conocer límites, espacios y todo lo que habita en el peligroso camino de todas las noches hacia el juicio de Osiris.

La primera condición para comenzar esta ruta es demostrar mi responsabilidad ante el tribunal de los dioses, negando cualquiera de las cuarenta y dos faltas que son posibles de cometer. Cuarenta y dos dioses, una misericordia para cada una de mis culpas, toda una lista de nombres y pecados. Para ti, hombre o mujer que me visitas, es la primera entrega que te hace el museo, y aunque quizás te resulte dificil de entender completamente, vivirás junto a mí el mismo recorrido y lo emocionante y peligroso del viaje por el reino de los muertos. Antes de seguir debo aún presentarme ante un segundo tribunal, que pondrá mi corazón en la balanza. Si no está en equilibrio con la pluma de Maat, será devorado por el terrible monstruo Ammit.

No tengo muy seguro el poder encontrar la meta, y a pesar de que no me acompaña nadie, no me siento sola con las escenas grabadas en el sarcófago y que me harán de guía hasta el final. Si te acercas puedes observar que a la derecha del féretro, además de las diosas Isis y Nephthys, está el escriba Thot con la balanza. Algo más apartado y adormecido por el humo del incienso se encuentra el siempre temido Ammit. A la izquierda, Osiris sentado en un trono, e Isis de pie a su lado. Pero también -si lo prefieres- puedes seguir recorriendo el museo y observar a estos y otros dioses en distintas funciones y circunstancias. Hay además papiros, imágenes, figuritas de madera y arcilla, dibujos y otros sarcófagos que ya no contienen a nadie. No temas dejarme atrás, mi fin es llegar a la Casa de Osiris.

Después de la puesta del sol, empieza la primera de las doce horas y la primera también de las doce puertas que me separan de la Duat. Me acechan penurias y toda clase de peligros, ríos que necesito navegar, caminos y sombras que ocultan seres temibles. Finalmente tendré que aceptar la sentencia. La culminación de este asombroso viaje tiene como meta el paraíso, los paisajes maravillosos que superan la riqueza y fertilidad de la tierra. Solo entonces "será devuelto el corazón al sitio que ocupaba en mi pecho". No me duele la muerte, pero temo las tentaciones, la condena al olvido, que mi nombre no perdure, pero sobre todo tengo miedo de la dualidad en la doble sentencia de esta peregrinación al Más Allá: por un lado la amenaza de un abismo de pesadillas y espantos, la destrucción, al otro están las infinitas promesas, donde lo imposible se hace posible, el día se convierte en noche, el tiempo repetido y la vida que vuelve a nacer.

Sin embargo, no es fácil. Cualquier soledad es preferible a la de estos dioses despiadados y sin sonrisas, que esperan mi caida. La idea de un lugar armonizado de querencias, de campos fértiles y aguas fresquísimas me consuela del trance. Ahora mi sueño es avanzar, revivir en cada amanecer el concepto cíclico de la vida, lo que se ha ido regresa, lo dormido despertará y lo que está muerto volverá a ser eterno, siempre, y en constante movimiento, perpetuum mobile; siempre esperando la respuesta del Juicio Final.