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martes, 16 de febrero de 2010

Lo poético del Camino

Crucero de Melide
Acuarela: Antón Hurtado
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Belit, me conmueve el temor en tus palabras; la sinceridad habitual en ellas tiene un inquietante acento que se me hace difícil de aceptar. ¿Porqué ese recelo a desnudar las emociones que son inevitables, porqué esa ausencia tan cercana al olvido? Nada de esto va a poner límites a tu vida libre de aventurero, y nadie te hará renunciar a seguir peregrinando hacia tu nuevo destino. Lo cierto es que ningún camino es seguro, ni todas las etapas llevan a la justa dirección; los nombres quedan atrapados en la distancia y mantienen sus promesas con el disfraz de una mal contada leyenda. No dejes que la literatura te engañe, no creas todo lo que la fantasía te haga ver. Repasa bien el libro de La Gloria de los Reyes pues es posible que en él aparezca falseada la realidad y el Arca que buscas no se encuentre en la meta que te dicta tu camino.

El mío, mi Camino hasta el Apóstol, sigue la ruta establecida por los pasos de quienes me precedieron. Son la gramática del peregrino a Santiago. En cambio, las palabras se hacen ahora apuntes esparcidos, literatura, para recoger la memoria y superar la distancia. Por eso te escribo. Debes saber que ya llegué a Lugo después de una jornada larga por paisajes, sendas libres y una naturaleza que constantemente me sorprende. La presencia de una robusta muralla confirma la categoría de esta ciudad, acogedora y consciente de su peregrina tradición. A ella entro a través de la Puerta de San Pedro para recorrerla hasta llegar a la catedral y después buscar un lugar donde acojan a todo el que llegue a pie, para la cena y el descanso.

De nuevo en el camino. Poco a poco van surgiendo algunos peregrinos que se acercan, me adelantan y desaparecen en el trazado de esta etapa; hombres y mujeres con un destino común, con más o menos prisas y diferentes motivos para afrontar las distancias. El caminar se hace agradable, el aire acaricia pausadamente el entorno, y en el paisaje todo recibe un tinte mágico, prados, árboles, aldeas, vacas felices, brisas, olores y sendas para la paleta de un gran pintor. Ves, Belit, yo sí me dejo llevar por emociones positivas que descubren lo poético del Camino sin temer que mi sinceridad literaria se deje engañar. ¡Qué importa si las musas callan si el caminar nos descubre un lenguaje nuevo para recuperar la memoria y dar sentido a la vida! En la quietud y el silencio que me acompañan es la naturaleza que pone su voz y las imágenes. Después llegaré -si no olvido seguir las flechas amarillas- a Román da Retorta, Ferreira, Leboreira, Vilamor, entre subidas y bajadas, restos de la vía romana, pequeños cementerios, arroyos y alguna corredeira hasta entrar en Melide. Mucha literatura para mis letras cansadas.

Uxa

3 comentarios:

RosaMaría dijo...

Qué bien lo expresas! Llegada a Mellide, no dejes de comer un rico "pulpo a feira". Aunque lo frugal también haga al caminante. Hermosa descripción amiga. Todas las aldeas tienen encanto en el recorrido hasta Santiago, sea la ruta que sea, o será que uno lo hace bello al hacer comunión espiritual con el paisaje. Besos y fuerza para lo que falta.

Anónimo dijo...

Una prosa llena de buen lirismo. Te felicito y la aplaudo.

Un placer leerte.

Anónimo dijo...

Hola Pilar, a veces es tiempo de caminar, emprender algún rumbo y esperar -como bien lo expresas en el texto- que el viaje te muestre un destino y renueve el sentido perdido.
En eso estamos la mayor parte de la vida.
Abrazos!